RUTA SEDA 2013: Tayikistán, país de contrastes.

















Con esta crónica acabo las correspondientes al viaje de septiembre de 2013 por parte del recorrido de la Ruta de la Seda, en lo que corresponde a China, Kirguistán y Tayikistán, donde estuvimos una semana.
Es otro viaje. Nada que ver con las tres semanas anteriores en China y la travesía, para el paso de fronteras, por Kirguistán.
Los paisajes, el clima, las comidas, la manera de alojarnos, las gentes, el nivel de desarrollo, etc., son muy diferentes. Me explico:
  • Montañas nevadas impresionantes, límpidos lagos rodeados de secarrales inmensos, ríos serpenteando entre altas montañas, pequeñas vegas dedicadas a una agricultura arcaica.
  • Calor solo mediatizado por la altitud media de las zonas que recorrimos. Noches bastante frías y ausencia total de lluvias.
  • La comida no es precisamente uno de los puntos fuertes de Tayikistán. A diferencia de la variada comida china, con el único pero de los picantes a quien no le gusten, la comida tayica es "nada de frutas, pocos lácteos, escaso pescado, muy poca verdura, muchas empanadillas de no se sabe qué y carne seca y dura, para masticar a gusto". Aún así tampoco es que comiéramos excesivamente mal. Lo que pasó fue que era algo repetitiva, pues en las casas de alojamiento nos ponían cada noche lo más típico de ellos. Algo así como si un tayico se alojara siete noches en la Comunidad Valenciana, desde Vinaroz a Orihuela, y todos los días lo obsequian con paella valenciana. También acabaría un poco harto.
  • Tayikistán en las zonas que transitamos (las más interesantes del país) no tiene infraestructura hotelera. Hay que recurrir a casas particulares que se han metido en el negocio del alojamiento al disponer de salas amplias. Duermes en grupos, en función del tamaño de las habitaciones, en futones, bastante confortables si lo que te gustan son las camas duras. Nos daban de cenar y el desayuno, por supuesto, dada la ausencia de mesas y sillas de esas culturas asiáticas, sobre manteles, tipo nuestras colchas.
  • Las gentes de Tayikistán es de lo mejor del viaje. Encantadoras, simpáticas, muy dignas en sus papeles, abiertas, nada hoscas y limpias. Una lástima la tremenda barrera que supone el idioma. Nada que ver con el típico chino han, completamente inexpresivo, antipático y bastante guarrete.
  • El nivel de desarrollo es de un contraste tremendo. Es el país más pobre de la región, salvo la zona de la capital, que ostenta un nivel de vida y lujos absolutamente indignante con respecto a las zonas rurales. La causa es el régimen corrupto que se enseñoreó del país a partir de la debacle de la URSS y la guerra de independencia que tuvo que sufrir con Kirguistán.
Se trató de una semana muy intensa "a caballo" todo el grupo (10 mujeres y 4 hombres incluido el guía español) de 3 furgonetas todo-terreno Toyota con 3 conductores y un guía local. Tanto las furgonetas como los chóferes se ganaron bien el sueldo, pues más de 200 km diarios `por aquellas carreteras infames (pistas de tierra más bien) hay que hacerlos para saber de lo que hablo.
A continuación enumero una serie de aspectos significativos de todo el trayecto:
  • Entramos a Tayikistán por el Kyzyl-Art Pass, fronterizo con Kirguistán, pues los chinos no tuvieron a bien dejarnos pasar por su frontera directa desde Kashgar. Impresionante con sus casi 4300 metros de altitud.
  • El lago Karakul fue lo primero al cruzar la frontera tayica. Es el lago de mayor altura de Asia Central a 3900 metros, en medio de la cordillera del Pamir. Impresiona ver el contraste entre sus limpias aguas, de orillas vírgenes, extremadamente áridas, con el reflejo de las montañas nevadas.
  • La primera noche fue en Murghab, principal "ciudad" de la zona este tayica, situada a 3600 metros de altitud. Nada que reseñar salvo que dormimos en el equivalente a un hostal de por aquí, en habitaciones dobles con baño, bastante más incómodas que las de casas particulares de más adelante. El paseo al anochecer, con una luna llena que casi se podía tocar resultó curioso. Parecía como un poblado del oeste americano en versión centroasiática, con casas dispersas, sin orden ni concierto, alternadas por restos metálicos (cubas, chasis de camiones, etc.) abandonados desde la época soviética.
  • Por la mañana visita a Chatyr Tash, montaña como volcánica, en medio de la nada, originada, al parecer, por un meteorito. Continuamos ruta por el valle del rio Alichur hasta Besh Gumbez, localidad con un interesante mausoleo de un emir medieval, en donde tuvimos ocasión de deleitarnos con un grupo de niños, en un centro cívico, realizando bailes y tablas de gimnasia. A continuación más carretera y los lagos Sasyk Kul y Tuz Kul donde, como en el lago anterior, resulta curioso contemplar sus azules tonos en medio de tanta sequedad. El último de los altos pasos de montaña, el Jargush Pass de 4344 metros nos introduce en el río Pamir, frontera natural de Afganistán y Tayikistán, absolutamente encajonado entre montañas y que seguiremos en todo su curso, durante un par de días. LLegamos a Langar para dormir en el valle de Waján.
  • La mañana en Langar fue de lo mejor de toda la semana. Se empezaba con una tremenda ascensión a unos petroglifos autóctonos pero lo bueno fue pasear por los campos cercanos a la casa del alojamiento, viendo las diferentes actividades agrícolas que se desarrollaban por los lugareños. Salvo por la actividad de una trilladora-aventadora de las usadas aquí en los años 50 del pasado siglo, parecías estar en un pasaje bíblico, tipo belén. Todo eran faenas realizadas a mano, ayudándose para el transporte con unos burros, bastante pequeños, que eran cargados hasta los topes. De un primitivo total pues las mieses eran trilladas unciendo en reata 6-8 de los pollinos que iban pisando, vuelta tras vuelta, la parva. Terminamos la ciudad con un museo (cerrado) y un mazar, recinto sagrado en el Pamir.
  • Continuamos viaje hasta Vrang, visitando una estupa y comiendo. La fortaleza de Yamchún, una ruina de origen medieval, impresiona por su posición estratégica, dominando todo el acceso al valle desde la altura, como un verdadero nido de águilas para el control de las caravanas. 
  • Al fallar el alojamiento de Yamg nos dirigimos a Bibí Fatimá donde, antes de la cena, nos relajamos con un baño, en pelota picada (separados por sexos) y con la compañía de los paisanos del lugar, en la fuente termal de la localidad. Una construcción de lo más rústico, incrustada entre dos moles de piedra inmensas, por donde entra agua caliente de un manantial a las dos piletas que existen (con antesalas para la ropa) y luego sale por un caño montaña abajo. Nada que ver con el spa de mi gimnasio, pero mucho más auténtico y relajante, nos permitió pasar un buen rato.
  • Antes el único incidente grave de todo el viaje. Una de las furgonetas metió una de las ruedas traseras en un bache profundo, con el consiguiente violento "zapatazo". La chica que iba sentada encima sufrió un fuerte traumatismo en la columna que le hizo estar con fuertes dolores los pocos días que quedaban de viaje aunque, afortunadamente podía andar con alguna ayuda de las compañeras. Varios meses para recuperarse pero, ahora, ya es una desagradable anécdota. La verdad es que fue un caso de mala suerte, pues con las carreteras que atravesamos durante cientos de kilómetros,  a veces con las ruedas a menos de dos palmos de enormes precipicios, no pasó nada más gracias a la maestría de los chóferes.
  • Dejamos el río Pamir y durante cientos de kilómetros más de frontera afgana, en la otra orilla, discurriremos por el río Panj, igualmente oprimido en su curso por verticales montañas. Más ruinas de fortalezas antiguas que dan idea de la importancia estratégica de todo el Pamir, disputado siempre a lo largo de la historia reciente por chinos, rusos e ingleses. Paso por Ishkashim con la anécdota de que, pese a ser bastante grande, estaba todo cerrado al mediodía, teniendo que conformarnos para comer con una rodaja de mortadela autóctona y un yogurt bastante rico.
  • Más tarde llegamos para dormir a Jorog (Khorugh) en donde si que pudimos disfrutar de una magnífica cena en un restaurante-restaurante junto al río regentado por un inglés. Algo parecido a un gulag muy rico es el único documento gráfico de comidas en Tayikistán que ha merecido quedarse en el reportaje fotográfico. Al día siguiente, antes de partir, visita a su pequeño pero interesante bazar para disfrutar de olores, colores y sabores.
  • Más kilómetros y kilómetros por el cañón del río, unas veces más en alto y estrecho y otras más ancho, que deparaban espléndidas vistas de las dos orillas. A partir de aquí la orilla afgana está más habitada, con pequeños núcleos de población unidos por estrechas veredas. Una de las furgonetas sufrió la rotura de una de las barras estabilizadoras de la suspensión. Otra muestra de la pericia de los conductores tayicos. En el muelle del siguiente pueblo se pusieron manos a la obra y estaba cambiada en menos de una hora.
  • Noche en Kala-I-Jumb y última "galopada" en las furgonetas para llegar a la capital del país, Dushanbé. A medida que nos vamos acercando a la capital las carreteras empiezan a parecer eso, carreteras, con más asfalto cada vez e, incluso, en las cercanías, un tramo de autopista. Igualmente empiezan a verse campos cultivados de mayor superficie, tractores y pequeñas industrias agrarias.
  • Después de estar una semana por las zonas rurales de Tayikistán llegar a Dushanbé da como cosa. Parece que vuelves a entrar en el siglo actual en cuanto a tráfico rodado, personas en las calles, edificios de varios pisos, etc. Los edificios gubernamentales son de escándalo. Enormes y bastante horteras. En los semáforos si te fijas ves pasar cantidad de coches de lujo y deportivos caros. Está claro que hay riqueza.
  • Lo malo es que con la corrupción del Estado, las mafias, etc., esa riqueza no sale de allí. No revierte en unas carreteras decentes que unan las diferentes partes del país que, curiosamente, en época soviética si existían, pues en las pistas de tierra por donde pasamos (que unen todas las poblaciones del sur y este del país) se observan todavía parches de asfalto de vez en cuando, cada vez más derruidos por el tráfico.
  • Es visita obligada el Museo Nacional de Antiguedades donde se encuentra el Buda reclinado más grande de Asia Central, junto con otras curiosidades de las diferentes culturas que por allí han pasado. Por cierto que la última planta es un homenaje fotográfico al actual dictador en el poder. Lleva desde que cayó el régimen soviético y se pueden ver docenas y docenas de fotografías suyas con todo tipo de dirigentes políticos mundiales y en diversas poses de benefactor del pueblo. Me llamó mucho la atención una de ellas en que está, en medio de un campo, sembrado a voleo. Si un político nuestro se hace una foto así, lo apedrean.
  • Es también muy interesante de ver el conjunto arquitectónico de Hissar, a unos 30 km de la capital. De varias épocas se visita: fortaleza, madraza, mezquita, cementerio, todo ello distribuido en un espacio cercano.
Sólo me queda terminar la crónica (última de la serie Ruta de la Seda 2013) con el enlace al reportaje fotográfico.

Comentarios

Unknown ha dicho que…
Como siempre, ameno en la letra y espectacular en la imagen. Grandes detalles en las fotografías.
Unknown ha dicho que…
Gracias Luis por contarnos tu experiencia. Sin duda un interesante viaje.
Maria G. Vicent ha dicho que…
¡Caray Luis! Vaya viaje alucinante. Y la narración una maravilla. Con tiempo me voy a ir dando paseos por tu blog, que me ha encantado.
Un abrazo...

Entradas populares de este blog

MARCAPASOS, ¿ESTÁS AHÍ?

PROYECTO ADIENT: Apoyo a la Docencia para la Innovación en la Enseñanza mediante las Nuevas Tecnologías

FRANCIA 2014: Recorriendo Normandía y Bretaña